Breve reseña del acontecimiento:
A partir de Septiembre de 1983, una mujer de San Nicolás de los Arroyos,
manifiesta ver y escuchar a la Santísima Virgen desde su Advocación de María del
Rosario de San Nicolás. En cada aparición, la Virgen deja un mensaje a la
vidente.
El Obispo de San Nicolás, asistido por una Comisión de investigación, discernió
los hechos, aprobó la ortodoxia de los mensajes, acompañó la fe del pueblo
creyente y estableció las reglas necesarias para conducir al Pueblo de Dios.
Maduró su discernimiento sin precipitaciones, según la responsabilidad requerida
por un hecho de tal envergadura.
Los mensajes son el fruto de lo que se llama una revelación privada y no existe
en ellos nada en contra de las Verdades dadas en la Revelación Pública.
Sin embargo, aunque no agreguen nuevas verdades, ayudan a recordar las ya
conocidas por la Revelación Pública y son un incentivo para vivirlas.
Progresión de los mensajes:
La progresión de los 1.887 mensajes que fueron dados en 6 años y 4 meses, casi
cotidianos, es la siguiente:
- Nuestra Señora prepara a Gladys (la vidente) para su misión, le
transmite toda una pedagogía de oración y de vida cristiana, y pide el
Santuario que será el lugar de reunión eclesial.
- Promueve una catequesis profética para los hombres de hoy, con sus
angustias y sufrimientos, con el fin de volver a darles una esperanza bien
afianzada en su Hijo Jesucristo, Dios Salvador. La Palabra de Jesús (78
mensajes) se asocia con la Palabra de María (1.816 mensajes), cerca de una
vez por mes, desde el 15 de Noviembre de 1983 hasta el 30 de Diciembre de
1989, para crear una dinámica de conversión y de impulso espiritual.
- Ella invita a restaurar la vida con Dios, dentro de la Iglesia, con sus
medios esenciales que son la fe y los sacramentos, el amor que ellos
promueven, el sacrificio y el desarrollo de las virtudes cristianas
fundamentales. Ella invita a recurrir a todos los medios de gracias,
remitidos por Dios a Su Iglesia.
- Nos invita a realizar la Consagración, es decir la divinización, cuya
semilla nos ha sido dada por Dios en el Bautismo y cuya realización se ve
trabada por nuestro materialismo y nuestra secularización: ya que esa
divinización tiene que abarcar todo nuestro ser y toda nuestra vida. Esta
invitación toma todo su alcance en uno de los últimos mensajes, el del 2 de
Febrero de 1990, en el cual Jesús, presentado en el Templo por María,
manifestó discretamente su consagración divina, al llegar a consagrar con su
presencia, la ciudad santa y el templo de Jerusalén.
Fuente: Libro 'Mensajes' editado por el Movimiento Mariano San Nicolás